“En la vida serás una persona de la Odisea o de la Ilíada”, dijo el escritor Daniel Mendelsohn en una entrevista.
Y desde entonces no dejo de pensar en ello.
Como si Homero, hace casi 3.000 años, hubiera dejado dos modelos posibles para enfrentarnos al dolor y al deseo de buscar el sentido de la vida.
La Ilíada es un poema de guerra. Todo ocurre en los últimos días de la ciudad de Troya. En el centro está Aquiles: joven, fuerte, herido en su orgullo. Quiere gloria. Quiere venganza. Quiere morir antes de envejecer, pero dejar un nombre eterno.
Su mundo es de blancos y negros. Enemigos y aliados. Honor o humillación.
La Odisea es otra cosa.
Cuenta el largo viaje de Odiseo para volver a casa. Pero volver no es fácil: hay monstruos, naufragios, islas donde se olvida del tiempo, tentaciones, soledad. Tarda veinte años. Cambia de rostro, de nombre, de ánimo. Sobrevive como puede.
Mendelsohn propone que estos dos héroes representan dos formas de estar en el mundo.
Y si uno lo piensa…tiene razón.