Hay momentos en que las palabras se vuelven piedras en la garganta. En esos momentos el lenguaje, la herramienta que usamos para darle forma al mundo, no es suficiente para explicar algo que no debería existir. El lunes pasado, Antonis Samaras, ex primer ministro de Grecia, se enfrentó a uno de esos momentos. Tuvo que encontrar palabras para lo que no tiene palabras: despedir a su hija de 34 años.
Lena, su hija, había muerto unos días antes, tras un repentino empeoramiento de salud que los médicos no pudieron revertir.
Cuando un político habla en público, las palabras suelen estar calculadas, medidas, pulidas para la audiencia. Pero en esta ocasión, los guiones se rompen.
Ante el féretro de su hija, el ex primer ministro Samaras habló como padre. Y lo que dijo fue esto: