La roca de Sísifo

El rey que casi engañó a la muerte y los dioses.

Sísifo era demasiado listo para su propio bien.

Era el rey de Corinto, astuto como pocos, y tenía un problema: no le gustaban las reglas. Menos si venían de los dioses.

Un día, Zeus secuestró a la ninfa Egina. Se la llevó transformado en águila, como solía hacer cuando quería esconder sus aventuras de Hera. El padre de ella, el dios del río Asopo, andaba desesperado buscándola. Recorría Grecia preguntando a todos si habían visto algo.

Sísifo sí había visto. Desde su palacio en Corinto, vio al águila llevarse a la muchacha. Sabía exactamente quién era ese águila.

Cuando Asopo llegó a su puerta, Sísifo le dijo: “Yo sé quién se llevó a tu hija. Fue Zeus. La tiene en la isla de Egina.”

Asopo, agradecido, preguntó qué quería a cambio.

“Una fuente de agua eterna para mi ciudad,” respondió Sísifo.

Asopo, dios del río, hizo brotar un manantial que nunca se secaría. Sísifo había conseguido lo que quería.

Pero delatar a Zeus no era algo que se perdonara.