Casiopea no podía callarse la boca.
La reina de Etiopía andaba por ahí presumiendo que su hija Andrómeda era más bella que las mismas nereidas, las ninfas del mar. Mala idea. Las nereidas, furiosas, fueron directamente a hablar con su jefe, el dios Poseidón, a quejarse.
El dios del mar se enojó. Como castigo, mandó a Ceto, un monstruo marino, para aterrorizar a las costas de Etiopía.
El rey Cefeo, desesperado, consultó al oráculo. La respuesta fue algo que ningún padre quiere oír: “Encadena a tu hija a una roca junto al mar. Que el monstruo se la lleve. Es la única forma de salvar a tu pueblo.”
Así que ahí estaba Andrómeda -la hija- encadenada a una roca, desnuda, esperando a morir….¡por un chisme que ni siquiera había dicho ella!
Fue entonces cuando llegó Perseo.