Imagina dos casos:
Caso A: Tu jefe te envía un correo diciendo: “Necesitamos hablar.”
Te sudan las manos, comienzas a imaginar despidos, piensas en posibles errores cometidos recientemente y te domina la ansiedad.
Caso B: Recibes un spam/correo desconocido con exactamente el mismo mensaje: “Necesitamos hablar.”
Simplemente lo borras sin pensarlo mucho y continúas con tu día normalmente.
Mismo mensaje, mismas palabras.
¿Ves lo que acaba de pasar?
En el primer caso, creíste que era cierto. En el segundo, no. Las palabras solo tienen poder si decides creerlas.
Hasta que no confirmas que algo es real, las palabras son simplemente sonidos. El verdadero impacto llega cuando decides creer que son ciertas. Muchas veces reaccionamos emocionalmente sin antes verificar si lo que escuchamos es real.
Hasta que no confirmas que algo es real, las palabras son simplemente sonidos. El impacto llega cuando decides creer que son ciertas. Muchas veces reaccionamos emocionalmente sin antes verificar si lo que escuchamos es real.
Epicteto lo dijo hace más de dos mil años:
“No nos afectan los eventos, sino cómo interpretamos esos eventos.”
No son las palabras las que te afectan. Es si decides creerlas o no.