El infiel que no pudo soltar la Biblia
La Biblia de Thomas Jefferson.
Es el año 1820. Monticello, en Charlottesville, Virginia, de noche. Thomas Jefferson lee antes de dormir. Lo hizo por años, hasta el final. Pero no lee la Biblia que todos conocemos. Lee la suya: un libro que él mismo armó con tijeras y pegamento, recortando pasajes de los evangelios.
Le tomó varias noches. Tal vez semanas.
Jefferson era hijo del Renacimiento. Creía en la razón, en lo verificable, en lo que se puede medir y demostrar. Los milagros de la Biblia le parecían insultos a la inteligencia - cuentos para controlar campesinos. Pero las palabras de la Biblia eran otra cosa. Jefferson veía en Jesús un filósofo práctico, un moralista, alguien que hablaba con la claridad de su filósofo favorito, Epicteto pero más elegante, más carismático.
Así que separó al maestro de la magia.

