Aspasía: la mujer que enseñó a Sócrates
La filósofa griega que nadie conoce.
Platón escribe una escena en su obra Menéxeno. Su personaje Sócrates está a punto de recitar un discurso fúnebre - el tipo de oración que los atenienses pronunciaban para honrar a sus muertos en guerra. Pero antes de empezar, suelta esto:
“Lo aprendí de Aspasía de Mileto.”
Y luego añade, como si nada: ella también escribió el discurso fúnebre más famoso de Atenas, el de Pericles.
Eso es raro.
Esos discursos los pronunciaban hombres con poder. Ciudadanos. Eran el centro de la vida política ateniense. Y Platón acaba de atribuirlos a una mujer extranjera que, legalmente, ni siquiera podía votar.
¿Por qué? ¿Quién era esa Aspasía?
La extranjera que podía hablar
Aspasía llegó de Mileto, ciudad de filósofos y comerciantes en la costa de lo que hoy es Turquía. En Atenas, las mujeres ciudadanas vivían encerradas. No hablaban en público. No participaban en política.
Pero Aspasía no era ciudadana. Era meteca — extranjera. Y eso, paradójicamente, le dio libertad. Estaba fuera del sistema, pero también fuera de sus reglas más estrictas.
Así que hizo algo inusual: abrió una escuela de retórica.
Y Sócrates iba a escucharla.


